Chupas & parkas, 60 años de ‘la batalla de Brighton’

El Museo Nacional de Antropología de Madrid ofrece hasta el 22 de septiembre una retrospectiva histórica, social y musical de la rivalidad entre rockers y mods que nació en Gran Bretaña. La muestra también recoge la vertiente española de esos dos movimientos.

Distintos artículos expuestos en la muestra Chupas & Parkas, en el Museo Nacional de Antropología, en Madrid.
Distintos artículos expuestos en la muestra Chupas & Parkas, en el Museo Nacional de Antropología, en Madrid. / J. F.

Jorge Fauró – El Periódico de España – 22/06/2024

En la primavera de 1964, Gran Bretaña disfruta de una moderada prosperidad. Transcurridos casi 20 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, el conservador Alec Douglas-Home sustituye desde hace meses a Harold MacMillan, que tras más de seis años en Downing Street dimite por el caso Profumo, que alude al secretario de Estado para la Guerra, John Profumo, y a la relación de éste con una bailarina ligada también a un espía soviético. Son tiempos de Guerra Fría.

El motivo oficial de la dimisión de McMillan aludía a problemas irreversibles de próstata. O quizá no tan irreversibles. Vivió 23 años más y falleció en 1986, con 92. Duró lo suficiente para contemplar la ascensión y caída de la primera y la segunda oleada mod del Reino Unido y todavía más. Fue testigo de la eclosión de The Who y Small Faces en la primera mitad de la década de 1960 y del reverdecer del soul con The JamThe Lambrettas o Madness a partir de 1977. Y aún se mantuvo en este mundo nueve años más. En mayo de 1964, Isabel II lleva ya 12 años en el cargo y cuatro primeros ministros. A su muerte sumaría 16.

Es en ese contexto histórico cuando se produce el hecho que ha llevado al Museo Nacional de Antropología de Madrid a celebrar los 60 años de la llamada ‘batalla de Brighton’, la que enfrentó en mayo de 1964 por vez y ante el mundo entero a dos grupos juveniles que hasta entonces no habían tenido mucho que decirse: los rockers y los mods.

Fanzines, revistas y un par de zapatos en la exposición 'Chupas & Parkas'.
Fanzines, revistas y un par de zapatos en la exposición ‘Chupas & Parkas’. / J. F.

Con una idea original de Ángel Luis de Sousa, arquitecto de la Dirección General de Bellas Artes, enmarcada en el programa ‘Culturas urbanas’ y coordinada por Susana Álvarez, María Molinero, Tomás Pellegrini y el propio De Sousa, la exposición Chupas & parkas. Rockers y mods. 60 años de la pelea de Brighton recoge hasta el 22 de septiembre 60 años de historia de una legendaria rivalidad entre ambas tribus urbanas que traspasó las fronteras británicas para expandirse por buena parte de Europa, España incluida.

La muestra, muy bien ilustrada con textos explicativos de Dani Llabrés y Rubén Olivares, reúne centenares de publicaciones originales de la época, revistas fanzines, discos, calzado, vestidos, motocicletas BSA como con las que se desplazaban los rockers y ‘secadores’ tipo Lambretta sobre las que cabalgaban los mods, chapas, cinturones, chupas de cuero y parkas militares, la mayoría de ello material original obtenido de la cesión de decenas de coleccionistas. Una gozada para mitómanos y amantes de la cultura pop de la segunda mitad del siglo XX.

Corrientes juveniles

La historia es ésta. La bonanza económica de Gran Bretaña tras la guerra permite al país acometer una importante mejora de las infraestructuras que beneficia sobre todo a su red de carreteras. Los primeros clubes mod comienzan a abrir en 1963 con un público joven heredero de sus mayores, los ‘modernistas’, amantes de la elegancia puesta en boga por la Ivy League norteamericana. Chaquetas de tres botones, camisas con cuellos abotonados, corbatas a rayas, mocasines, trajes de Brooks Brothers y entallados italianos de Brioni, peinados cortos y limpios, pantalones apoyados en la cintura y camisetas y polos matelot (marineros y rayados), todo muy de La dolce vita y la Nouvelle Vague. A todo ello únase musicalmente el gusto por el jazz de postguerra, el soul, el ska y el boogalooThe Skatalites, Aretha Franklin, los Stones, The Kinks y, sobre todo, The Small Faces y The Who, que componen el himno generacional del movimiento, My generation: «Espero morir antes de envejecer, hablando de mi generación». Las buenas carreteras sacan a la calle Vespas y Lambrettas tuneadas con faros y retrovisores imposibles y hacen inevitable la parka, la prenda que impide que el traje se llene de barro a lomos de la moto.

Paralelamente, otra corriente juvenil procedente de EEUU cruza el charco e impregna de rock and roll la capital de Inglaterra, que se introduce en parte de la juventud británica como un caldo de cultivo aderezado con cazadoras de cuero, botas, gorras de plato y motos de fabricación nacional, reflejo de The Wild One (Salvaje, en España), la película de 1953 que comienza a encumbrar a Marlon Brando. Los rockers británicos acogen la herencia con gusto, pero la britanizan. Nada de Harley Davidson, solo marcas nacionales. BSA, Royal Enfield, Norton, Triumph, Vincent, o A.J.S. Otras marcas europeas o americanas quedan proscritas. El origen del movimiento es más reconocible: Elvis, Bill Haley, Gene Vincent, Eddie Cochran

Los fines de semana con bank holidays (aquellos con lunes festivo en que cerraban los bancos) los mods paseaban sus scooters hasta las cercanas playas de Brighton, 85 kilómetros al sur de la capital londinense. No había mucho que hacer más allá de solazarse en un viaje a lomos de motos ligeras y lentas, nada que ver con las potentes Norton de los rockers, con los que cruzaban algún improperio en la carretera.

El Domingo de Pascua de 1964, pandillas de mods se dejaron ver por la costa de Clacton, 85 millas al noreste de Londres. En un día frío y con los locales cerrados, mods sin mucho que hacer para divertirse la pagan con el mobiliario urbano. Al día siguiente vuelven, pero la policía y los tabloides ya están avisados. ‘Invasión adolescente’, titulan los diarios. El foco mediático es suficiente para atraer a más mods, a más periodistas, a más policías y a pandas de rockers llevados por la curiosidad.

Refriegas y emboscadas

Y aunque los altercados fueron tan escasos como los rockers implicados, la mecha sensacionalista ya estaba encendida. El siguiente bank holidays cogía el fin de semana de aquel histórico 18 de mayo de 1964. Entre los altercados de Pascua y los que pasarían a la historia, la escasamente recatada prensa sensacionalista británica —el equivalente a Twitter de la actual década de los 20— se encargó de calentar el ambiente. ‘Hordas’ de rockers y mods llegados de toda Inglaterra salieron a la carretera para citarse en Margate, en Bournemouth y en Brighton, plácidas localidades costeras con turismo local que se vieron invadidas de repente por oleadas de jóvenes campando a sus anchas e iniciando refriegas y emboscadas.

A la izqda., parka firmada, entre otros, por el músico Paul Weller. A la dcha., maniquís con vestuario mod.
A la izqda., parka firmada, entre otros, por el músico Paul Weller. A la dcha., maniquís con vestuario mod. / J. F.

«La que los tabloides bautizaron como Battle of Brighton fue la más numerosa. Se habló de 1.300 mods y rockers insultándose a gritos delante del Palace Pier [el muelle de recreo de Brighton]. Alguien lanzó la primera piedra y el polvorín saltó por los aires. Lluvia de guijarros. Familias corriendo aterradas. Enfrentamientos a puñetazos y a golpe de silla plegable. Cargas policiales a pie, a caballo. Estampidas errantes por la ciudad destrozando al paso escaparates y mobiliario urbano», narran con ritmo de reportaje bélico los coordinadores de la exposición.

Nueve años después, el espíritu de todo aquello se plasmaría en forma de álbum como Quadrophenia (1973), el sexto disco de estudio de The Who, que se llevaría al cine en 1979 para quedarse para siempre en el imaginario colectivo, con sus aciertos históricos, aunque también con los estereotipos que arrastra hasta hoy el movimiento mod. A la hora de establecer para la eternidad los tópicos más socorridos de ambas tribus urbanas, el doppelgänger rocker, aunque no malvado, de Quadrophenia bien podría ser American Graffiti (1973) de George Lucas o la posterior The Wanderers (1979).

Llegada a España

Sesenta años pegándose llevan ambos grupos y continúan sin saber las razones. En realidad no las había. Tampoco en el 64. Una juventud antecesora de los baby boomers sin muchas perspectivas de triunfar en la vida que se aburrió durante varios fines de semana precedidos de un lunes festivo. Las leyendas no tienen por qué tener su origen en acontecimientos excepcionales.

Como bien recoge la exposición, ambos movimientos llegaron a España entremezclados con el Madrid de La Movida y aquella Barcelona ochentera que se resistía a perder la carrera de la modernidad con la capital de España. Los Rebeldes, Loquillo o Brighton 64 en la Ciudad Condal o Los Elegantes en Madrid trasladaron a nuestro país los rescoldos de la segunda oleada de ambos movimientos en Europa, con los Jam de Paul Weller (The Modfather) al frente de unos o Stray Cats o Robert Gordon como estandarte de los otros. Salvo en el caso de los españoles, que aún siguen por los escenarios, la nueva ola británica, el synth-pop y la onda más oscura popularizada por The Cure o Joy Division acabaron engullendo el reverdecer mod. Weller dijo ‘hasta aquí’, finiquitó a The Jam y se montó The Style Council con un antiguo miembro de Merton Parkas. Weller continúa siendo un símbolo para varias generaciones y sigue grabando álbumes magníficos.

En España, la rivalidad acabó en tragedia. El 10 de marzo de 1985, una refriega entre rockers y mods a las puertas de la sala Rock Ola acabó con un joven rocker de 19 años muerto. Aquel suceso sin sentido precipitó el cierre del mítico local madrileño y con ello, posiblemente, la fecha de defunción de La Movida. Pero como dice el dicho, eso ya es otra historia.